Hay heridas que son difíciles de sanar
Todos en algún momento nos hemos sentido heridos y muchas veces esas heridas se instalan en nuestra alma dejando cicatrices abiertas que parece que nunca pudieran sanar. El problema es que cuando eso ocurre, nos hacemos un daño a nosotros mismos, muchas veces irreparable. Si te has sentido así, te invito a que reclames las promesas de Dios de guardarnos en perfecta paz. Jesucristo es el único que puede sanar nuestras heridas.
“El Señor reanima a los descorazonados, y sana sus heridas.” (Salmo 147:3, RVC)
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