El Mensaje de la Cruz
La cruz simboliza más que su amor: también representa su sabiduría al diseñar un plan para mantener su santidad y justicia perfecta.
Leer | 1 Corintios 1.17-25
Los incrédulos no pueden entender por qué la cruz es un símbolo del amor de Dios. ¿Cómo pudo el amor llevar al Padre a sacrificar a su Hijo? Por eso, muchos deciden ignorar tal “desatino”. En su lugar, esperar entrar al cielo por su buen carácter y sus nobles acciones. Pero, según la Biblia, esa creencia es, en realidad, poco sensata (Is 64.6). La popularidad de un “evangelio de buenas obras” revela que la iglesia necesita hablar con más firmeza al dar al mundo su mensaje de la verdad.
Tenemos que predicar la justicia divina junto con el amor divino. Dios ama ciertamente al mundo, pero no puede ignorar el pecado de la humanidad (Jn 3.16). Él es justo, lo que significa que es perfecto. En su pura presencia no puede haber ninguna mancha de pecado. Una persona no puede llegar a las puertas del cielo arrastrando el bagaje de toda una vida de pecado, y exigir ser recibido. Dios no justifica el pecado, pero provee la manera de encargarse del mismo.
El Señor tiene un plan para hacer justo al pecador, que incluye tres hechos fundamentales. Primero: todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios (Ro 3.23). Luego, el alma que pecare morirá (Ez 18.20; Ro 6.23). Por último, la deuda de la persona es pagada por un sacrificio perfecto ofrecido a su favor (Jn 1.29). Dios satisfizo su propia justicia al poner nuestro pecado sobre Jesús, y permitiendo que Él muriera en nuestro lugar.
Tratamos muchas veces de simplificar el carácter de Dios, pero la verdad es que todos sus atributos hacen de Él, el Padre perfecto. La cruz simboliza más que su amor: también representa su sabiduría al diseñar un plan para mantener su santidad y justicia perfecta.
El poder de la Cruz
Leer | Marcos 15.26-32
Algunas personas se burlaron de Jesús cuando estaba en la cruz, diciendo: el Hijo de Dios debería poder salvarse a sí mismo. Esos hombres y mujeres pensaron que la muerte de Cristo era una evidencia de debilidad. Sin embargo, fue todo lo contrario. El poder del Señor era tan grande, que Jesús murió con todo el pecado del mundo sobre sus hombros, y resucitó tres días después. Además, cualquiera que crea en Él no tiene que pagar su pena de muerte, porque el inmenso poder de Dios hace libre a los cautivos.
Aprecio mucho la carta que recibí de un ex adicto referente al poder de Dios en su vida. Una noche, poco antes de que la droga lo dejara inconsciente, oyó a través de una ventana abierta una sola frase de un predicador radial: “No importa quién sea usted, Dios le ama y se preocupa por usted”. Semanas después, mientras buscaba un programa en su radio, el hombre oyó una voz familiar. Intrigado, escuchó toda la transmisión de En Contacto. Lo que sucedió, en breve, fue que entendió el mensaje, recibió a Cristo, limpió su vida y se reconcilió con su familia.
El poder de la cruz transforma las vidas. Dios utilizó una frase en medio del ofuscamiento mental producido por la droga, para preparar el corazón de un hombre. Luego, una vez que el Señor captó su atención, ¡sacó a esa persona del profundo pozo de la desesperación!
Las fuerzas humanas son insuficientes para hacernos libres del pecado. La verdad es que todos necesitamos un Salvador. Jesucristo se humilló a sí mismo para morir en nuestro lugar, lo cual no fue una demostración de debilidad. Por el contrario, llevó a cabo el sacrificio más grande que podía, y lo hizo por usted y por mí (Jn 15.13).
Promesas del Domingo de Resurrección
Leer | 1 Corintios 15.50-57
El Domingo de Resurrección es un día de promesas cumplidas, y de promesas por cumplirse. Una de ellas, es que los creyentes, al igual que el Salvador, experimentarán la resurrección física (Jn 5.25). El triunfo de Cristo sobre la tumba hace posible nuestra victoria sobre la muerte.
Cuando el Señor regrese, los muertos en Cristo oirán su voz y saldrán de sus tumbas. Toda alma que haya sido liberada de su “cubierta” mortal al entrar al cielo, morará ahora en un cuerpo inmortal. Luego, los creyentes que estén todavía viviendo en sus “tabernáculos terrestres” serán transformados (2 Co 5.1). Con estos vasos hechos a la medida, los hijos de Dios estarán perfectamente adecuados para reflejar su gloria.
Cuando predico sobre este tema, mucha gente me pregunta: “¿Cómo nos veremos?” Para responder esto, pensemos en el encuentro que tuvo Jesucristo con sus discípulos junto a la playa, después de la resurrección (Jn 21.1-14). Juan, que fue testigo de esto, dijo que los siete hombres no reconocieron a Jesús de inmediato. Sólo después de conversar con él durante unos minutos, se dieron cuenta de que era su Señor. Aunque parecía reconocible, también estaba sorprendentemente transformado, estaba glorificado.
También los creyentes tendrán cuerpos glorificados y perfectos (1 Co 15.42, 43). No estaremos limitados por el tiempo, el espacio o la materia. Por tanto, nada podrá impedirnos servir a Dios con nuestras mejores capacidades.
Estudiar la resurrección física de los santos puede producir muchas preguntas. Pero sabemos con toda seguridad que no importa cómo seamos nosotros, o cómo sean el nuevo cielo y la nueva tierra, estaremos satisfechos.
Celebrar la Resurrección
Leer | Lucas 24.1-9
La historia del Domingo de Resurrección es un mensaje de esperanza. Pero muchas personas sólo celebran esta fiesta con bombones de chocolate y con el juego de los huevos decorados, porque no conocen su propósito real. El evangelio es la preciosa noticia que Jesús pidió a sus seguidores que divulgaran por todas las naciones (Mt 28.19). Él espera que cada uno de nosotros esté preparado para responder a quienes sientan curiosidad por la esperanza que hay en nosotros (1 P 3.15).
El cristianismo no tiene comparación. Otras religiones y doctrinas tienen la filosofía del “hacer” algo. En otras palabras, para alcanzar la vida terna, los seguidores tienen que seguir las instrucciones de los líderes, obedecer ciertas reglas y dar el dinero que se les pida. La vida cristiana también incluye las buenas obras, obedecer unos mandamientos y diezmar. Pero estas actividades son el resultado de servir a Cristo, no un método para ganar el cielo. En vez de poner nuestra esperanza en la ambición humana, reconocemos a Jesús como el único camino hacia Dios Padre.
El propósito fundamental de la venida de Jesús, fue morir por los pecados de la humanidad. De haberse Él quedado en la tumba, todo el mundo tendría que pagar su deuda. Pero Jesús venció la tumba, lo que significa que sus seguidores pueden hacer lo mismo. Quienes creen en Él, son librados del castigo de la muerte eterna e invitados a pasar la eternidad con Dios.
¿Qué está usted haciendo con el maravilloso mensaje del amor de Dios? La comisión de “id, y haced discípulos” tiene que ser parte integral de la vida de todo creyente. Debemos dar a conocer a Jesús en el trabajo y entre los amigos. Es decir, debemos celebrar la Resurrección cada día.
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