¡Cuídese de la ira!
Todos los seres humanos podemos cambiar. No importa que nuestras reacciones se caractericen por la irascibilidad.
La ira destruye nuestra vida. Produce secuelas imborrables, que desatan tristeza y culpabilidad en nuestro corazón, y heridas entre quienes nos rodean.
La Biblia es clara cuando advierte: “El iracundo comete locuras, pero el prudente sabe aguantar”(Proverbios 14:17, Nueva Versión Internacional). Alguien dominado por un enojo irrefrenable, termina dejándose arrastrar como una frágil rama por un río correntoso, lo que a la postre causa destrucción y levanta a nuestro alrededor tremendos muros de prevención no solo entre nuestros familiares sino amigos y conocidos: “No te dejes llevar por el enojo que sólo abriga el corazón del necio.”(Eclesiastés 7.9, Nueva Versión Internacional)
Un joven que asistió a consejería se lamentaba porque tenía pocos amigos. “Me rechazan; salen huyendo. Ni siquiera tengo novia”. Un análisis cuidadoso del asunto, descubrimos que el eje central radicaba en su irascibilidad. Apenas sentía que algo le incomodaba o tal vez, cuando experimentaba la sensación de vulnerabilidad, inmediatamente reaccionaba desatando una verdadera tormenta.
Coincidimos en la necesidad de invitar al Señor Jesucristo a su corazón con el propósito de que trajese los cambios que tanto anhelaba, los que se reflejaron en la ampliación del círculo de sus amistades.
Preste atención a las señales de alarma
Todos los seres humanos podemos cambiar. No importa que nuestras reacciones se caractericen por la irascibilidad. Esa inclinación puede modificarse. Basta que usted y yo estemos atentos a las señales de alarma, cuando identificamos que algo nos produce molestia y vamos a explotar.
El rey Salomón enseñó hace muchísimos siglos que resulta altamente beneficioso aplicar el dominio propio: “Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades.”(Proverbios 16:32; Mateo 5:21,22, Nueva Versión Internacional)
¡Sí es posible controlarnos! Si le parece difícil, recuerde siempre que con ayuda del Señor Jesucristo traemos modificaciones a nuestra forma de pensar y de actuar. Con Su ayuda ¡Nada resulta imposible! (Cf. Filipenses 4:13)
Cuando aplicamos esos cambios, sin duda estaremos teniendo puentes de amistad y diálogo con quienes nos rodean, y de paso, testimoniaremos de Cristo en nosotros como Él lo merece: “El que es paciente muestra gran discernimiento; el que es agresivo muestra mucha insensatez.”(Proverbios 14:29, Nueva Versión Internacional)
Nuestra vida evidencia transformaciones a partir de cosas pequeñas. El temperamento y las reacciones explosivas, pueden ser algunas de ellas. Y hoy es el día para comenzar esa evolución en su existencia. ¡Recuerde que no está solo! En el Señor Jesucristo encontrará la fuerza para alcanzar la victoria.
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