La carga de las preocupaciones
«Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal» ( Mateo 6.34 ).
Ese no es el único resultado. La preocupación no es una enfermedad, pero causa enfermedades. Se la ha relacionado con la hipertensión, los problemas cardíacos, la ceguera, la migraña, los problemas de la tiroides y una gran cantidad de desórdenes estomacales.
La ansiedad es un hábito caro. Valdría la pena si diera buen resultado. Pero no. Nuestros esfuerzos son inútiles. Jesús dijo: «¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?» ( Mateo 6.27 ). Los afanes nunca han dado brillo a un día, ni han resuelto un problema, ni curado una enfermedad.
¿Cómo puede una persona hacer frente a la ansiedad? Podría intentar lo que hizo un individuo. Se preocupaba tanto que decidió contratar a alguien que se preocupara por él. Encontró un hombre que aceptó asumir sus preocupaciones por un salario de 200 mil dólares al año. Después que el hombre aceptó el trabajo, la primera pregunta a su patrón fue: «¿Dónde va a conseguir los 200 mil dólares anuales?» El hombre respondió: «Ese es problema suyo».
Lamentablemente, la preocupación es un trabajo que uno no puede delegar, pero lo puede vencer. No hay mejor lugar para comenzar que en el versículo dos del salmo del pastor.
«Junto a aguas de reposo me pastoreará», dice David. Y, por si acaso lo hemos captado bien, repite la frase en el versículo siguiente: «Me guiará por sendas de justicia».
«Me guiará». Dios no está detrás gritando «¡Anda!» Va delante y me invita: «Ven». Va delante, limpia el sendero, corta las ramas, señala el camino. Al llegar a una curva, dice: «Dobla hacia allá». Al subir, señala: «Sube aquí». Cerca de las rocas advierte: «¡Cuidado!»
Él nos guía. Nos dice lo que necesitamos saber cuando necesitamos saberlo. Como lo diría un escritor del Nuevo Testamento: «Hallaremos gracia cuando la necesitemos».
Escuchemos otra versión: «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro » ( Hebreos 4.16 ).
La ayuda de Dios es oportuna. Él ayuda de la misma forma que un padre da los pasajes para el avión a sus niños. Cuando viajo con mis hijas, llevo todos los billetes en mi maletín. Cuando llega el momento de abordar el avión, me paro entre quien me atiende y mi hija. A medida que cada una pasa, yo pongo un boleto en su mano, y ella a su vez lo pasa al dependiente. Cada una recibe su billete en el momento oportuno.
Lo que hago por mis hijas Dios lo hace por usted. Se pone entre usted y su necesidad. En el momento oportuno, le da su boleto. ¿No fue esta la promesa que dio a sus discípulos? «Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad ; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo» ( Marcos 13.11 ).
¿No es ese el mensaje de Dios a los hijos de Israel? Prometió proporcionarles el maná cada día. Pero les dijo que recogieran sólo lo necesario para un día. Los que desobedecieron y recogieron para dos días encontraron que al segundo día el maná se les había descompuesto. La única excepción a la regla era el día previo al reposo. El viernes podían recoger el doble. Dicho de otro modo, Dios les daría lo necesario en su tiempo de necesidad.
Dios nos guía. Dios hará lo que corresponde a su debido tiempo. ¡Qué diferencia hace eso!
Puesto que sé que su provisión es oportuna, puedo disfrutar del presente.
«Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal» ( Mateo 6.34 ).
La última frase es digna de destacarse: «Basta a cada día su propio mal».
«No sé qué haré si mi esposo muere». Lo sabrás en el momento oportuno.
«Cuando mis hijos dejen la casa, no creo que pueda soportarlo». No será fácil, pero la fortaleza llegará en el momento oportuno «Yo no podría dirigir una iglesia. Hay muchas cosas que no sé». Quizás usted tenga razón. O quizás quiere saberlo todo demasiado pronto. ¿Podría ser que Dios le revele todo en el momento oportuno ?
La clave es la siguiente: Enfrente los problemas de hoy con la energía de hoy. No se fije en los problemas de mañana hasta mañana. Aun no tiene las fuerzas de mañana. Ya tiene suficiente para el día de hoy.
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