EL SEGUNDO TOQUE
Rev. Horacio Latté
Para que el Espíritu Santo haga su obra sanadora en nuestro ser interior, en nuestras emociones, necesitamos recibir un “Segundo Toque”.
Los cristianos recibimos el primer toque del Espíritu Santo.
Él, un día toca nuestro corazón; sabemos y confesamos que es nuestro Salvador, el Señor de nuestra vida. Pero necesitamos abrir aún más nuestro corazón, para que esas "buenas nuevas" penetren en nuestro ser, y Él nos vaya sanando de nuestras emociones dañadas, de nuestros recuerdos dolorosos, de todo aquello que no podemos cambiar.
Observá como Jesús te muestra este “segundo toque” en la sanidad del ciego de Betsaida, relatada en Marcos 8:22:"Cuando llegaron a Betsaida, algunas personas le llevaron un ciego a Jesús y le rogaron que lo tocara. El tomó de la mano al ciego y lo sacó fuera del pueblo. Después de escupirle los ojos y de poner las manos sobre él, le pregunto:¿Puedes ver ahora?
El hombre alzó los ojos y dijo: -Veo gente; parecen árboles que caminan.
Entonces Él puso de nuevo las manos sobre los ojos, y el ciego fue curado: recobró la vista y comenzó a ver todo con claridad. Jesús le mando a la casa con esta advertencia: -No vayas a entrar al pueblo.”
¿Qué es lo primero que hizo Jesús? Efectivamente, lo tomó de la mano y lo sacó fuera del pueblo.
¿Por qué? ¡Ah!, no…¿qué tiene de malo si sigo yendo allí, donde me encuentro siempre con mis amigos? ¿Ahora voy a empezar a aburrirme? ¿Y el chico que me vuelve loca, también me lo van a hacer dejar?
A veces estamos en el lugar equivocado para que el Señor trate con nuestras enfermedades y dolencias. Los lugares que frecuentamos no son convenientes.
Habitualmente, estamos rodeados de personas inapropiadas: amigas, amigos, novia, novio.
Y estamos tan perturbados, tan ciegos, que creemos que si no tenemos "eso"nos morimos.
Cuando las personas entran a los grupos de recuperación como Alcohólicos Anónimos, Narcóticos Anónimos o cualquier otro de los denominados de 12 Pasos, se les suele recomendar que dejen de frecuentar los ambientes o las compañías perjudiciales que les recuerden: "vos sos alcohólico", "a vos te gusta drogarte", "ahí va el ciego".
Nos puede causar dolor y hasta rabia, pero Jesús sabe lo que no es bueno para tu vida. Si te da una orden, dejá que te tome de la mano y te ponga donde Él quiere.
Jesús escupió y puso la mano encima del ciego. Hizo el Primer Toque. Sólo de Él viene la sanidad.
Además, no se sujetó a un método rígido, fijo. Algunas veces, Jesús sanaba solamente con la palabra. Es tan creativo que puede usar diferentes métodos para llegar al mismo objetivo. Algunos creen que Jesús tiene que recurrir a los mismos métodos y a los mismos tiempos con los cuales sanó a otros. Esto nos lleva a anticiparnos, a entorpecer, a alterar sus planes.
Jesús le preguntó: ¿Puedes ver ahora?
Y la respuesta fue: “Algo, veo gente; parecen árboles que caminan".
En el momento del encuentro entre Jesús y el ciego se entabló un diálogo y una relación como con el médico:
“Doctor, me duele la rodilla, pero puedo caminar.”
“Señor, he dejado de castigar a mi esposa, pero todavía siento ira.”
Ese diálogo es la Oración Específica para la Sanidad del alma.
Aparentemente este hombre tenía una fe débil; no nos olvidemos que fue llevado por otros a conocer a Jesús, fueron otras personas quienes comenzaron a rogarle por él.
Pero luego conoció a Jesús, y desde entonces, la Sanidad fue algo personal a través de la comunicación y la comunión con el Señor. Con esta sanidad gradual la fe de este hombre se fortalecía, y con esa fe se dejó guiar por Él.
Entonces, el Segundo Toque completó la obra que ya se había iniciado.
En la carta a los Filipenses en el capitulo1 versículo 6, San Pablo escribió:
"Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la ira perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús."
Finalmente, ¿qué le dijo Jesús?
No vuelvas al lugar de donde te saqué.
¿Cuál es tu pueblo?
No insistas. Esta es una condición para mantenerte sano. No vuelvas al lugar que te contamina, no vuelvas a la carne, andá en el espíritu. Desarrollá tu visión espiritual, mirá con los ojos que Jesús te puso.
Dale la espalda a ese pueblo donde quedaste ciego.
Dice la Palabra que este hombre quedó restablecido y vio claramente a todos.
Cuando Dios restaura, mejora el estado inicial; Él pone ojos donde no los hay.
Cuando estamos con nuestras emociones alteradas o con nuestra mente perturbada estamos como el ciego de Betsaida, confundidos.
Cuando recibimos la luz espiritual, podemos ver cada vez con más claridad, mejor que antes.
Si permitimos que el Espíritu Santo entre a ese interior, casi siempre confuso y oscuro, conoceremos qué cosas deben ser sanadas, y nuestra oración podrá ser cada vez más específica
No hay comentarios:
Publicar un comentario